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¿Cómo aprende la generación Z?

“Los estudiantes de hoy ya no son las personas para las que nuestro sistema educativo fue diseñado”, afirmó en 2001 Marc Prensky en el artículo en el que impuso el término “nativos digitales”. Investigadores y educadores han intentado actualizarse continuamente para que las tendencias en educación acompañen la forma de aprender de las nuevas generaciones aunque los cambios en los jóvenes llegan más rápido que el avance de la escuela. En estos momentos, la generación Z llena las aulas de la educación primaria y secundaria, entenderlas para poder actualizar los procesos de enseñanza ha sido la meta de varias de las últimas investigaciones en el terreno educativo.

¿Quiénes son los Z? Para la sociología y la antropología es muy útil dividir a los colectivos según cómo interactúan y se relacionan con los sucesos históricos y económicos que los definen. Entre las generaciones de los últimos tiempos están los baby boomers -hijos de la posguerra-, los famosos millenials o generación Y -nacidos con el impulso de lo digital- y ahora también la generación Z o centennials, que en América Latina llegaron con la masificación de internet, a principios de los 2000.

Desde que Prensky advirtió sobre los nativos digitales y la necesidad de que el sistema educativo cambiara ha corrido mucha agua bajo el puente y nuevas dinámicas educativas se impusieron. Incluso hasta la propia concepción de “nativo digital” en contraposición del “inmigrante digital” fue superada. 

En 2001 Prensky afirmaba que los jóvenes estudiantes son “hablantes nativos del lenguaje digital de las computadoras, los videojuegos y la internet”, mientras que los demás, nacidos antes del mundo digital “somos, y siempre seremos en comparación con ellos, inmigrantes digitales”. 

10 años más tarde, David White y Alison Le Cornu desarrollaron una teoría superadora de la categoría nativo/inmigrante digital, al proponer la categorización «visitantes y residentes digitales«, para explicar la relación que tienen las personas con la tecnología. Para ellos los usuarios se enganchan con internet y las redes sociales dependiendo del contexto y la motivación que tenga para hacerlo más que por su edad o experiencia de vida

Definen al residente digital como una persona que vive parte de su vida en línea. Internet es parte de su identidad y de la construcción de relaciones personales, son usuarios activos de redes sociales y buenos buceadores de la web, la utilizan tanto para el ocio y recreación como para las tareas académicas o profesionales. Mientras tanto, el visitante digital es aquel que usa la red como una herramienta cuando tiene la necesidad, no vive a través de internet sino que la utiliza para cumplir determinado propósito y luego se desconecta. 

Para entender cómo aprende la generación Z hay que partir de la base de que son -en su mayoría- jóvenes residentes digitales y que su relación con el aprendizaje parte desde una base tecnológica, siempre conectada a internet. 

¿Qué busca el centennial en la educación?

Los autores afirman que las nuevas generaciones digitales estuvieron en la red la mayor parte o la totalidad de sus vidas y esto provoca que tengan “poca paciencia para las conferencias, la lógica del paso a paso y las clásicas evaluaciones”. 

A principios del milenio, Prensky decía que “en el entendido de que los jóvenes cambiaron su forma de aprender, los docentes deberían de cambiar la forma de enseñar” y comenta que, a su criterio, hay que cambiar dos cosas: la metodología de enseñanza y el contenido.

Siguiendo con su línea de trabajo,  publicó en 2013 el libro Enseñar a nativos digitales, donde desarrolla el concepto de pedagogía de la coasociación, como forma de dar respuesta a la necesidad de los estudiantes nativos digitales de tener una educación que se relacione rápidamente con el mundo real

Esta pedagogía sugiere trabajar con cualquier tecnología, esté o no disponible en la escuela. Se define como opuesta a la enseñanza teórica porque el docente les brinda a los estudiantes formas interesantes de llegar a los resultados, a través de preguntas y casos a resolver, es decir que los alumnos toman el papel de investigadores y utilizan la tecnología para encontrar las respuestas a problemas reales de su entorno. Esta pedagogía viene de la mano de prácticas muy extendidas como el aprendizaje basado en proyectos, en problemas o en juegos.

En un estudio de la consultora internacional en educación Pearson de 2018 sobre el rol de la tecnología en la educación para los centennials (ver infografía) se demostró que 47% de los jóvenes pasa más de tres horas diarias en una plataforma de video y 59% prefiere utilizar YouTube para aprender. De hecho, se señala que 55% de generación Z dice que YouTube ha contribuido a su educación, aprendizaje y/o desarrollo personal en los últimos 12 meses.

Esta generación es conocida también como la “app generation” por su gran uso de aplicaciones para teléfonos celulares y, de hecho, según la investigación son más propicios a adoptar algunos métodos de aprendizaje no tradicionales. 47% de la generación Z prefiere usar aplicaciones interactivas de aprendizaje o videojuegos para aprender. 

El trabajo en equipo también es parte medular de la forma de trabajo de esta generación (escuchar podcast). Esto se explica en parte porque nacieron en épocas de convergencia mediática, que según Henry Jenkins significa estar en un momento donde se consume contenido de múltiples plataformas mediáticas, hay cooperación entre múltiples industrias mediáticas y los consumidores migran a cualquier parte para obtener la experiencia deseada.

De ahí también llega la cultura participativa, que es clave en esta última generación, tal como demuestra la cultura hacker que, entre otras cosas, se caracteriza por el intercambio de datos y la exposición de información a todo el mundo. La convergencia “no tiene lugar mediante aparatos mediáticos, se produce en el cerebro de los consumidores individuales y mediante sus interacciones sociales con otros”, afirma Jenkins. Por eso, el consumo en general y el aprendizaje en particular se convirtió en un proceso colectivo, donde cada persona sabe algo y se juntan las piezas para producir nuevo conocimiento. 

Un pie en la tradición

Prensky plantea que hay dos tipos distintos de contenidos en la escuela: el heredado y el del futuro. El heredado incluye lectura, escritura, aritmética, pensamiento lógico, entre otro gran etcétera que abarca todo el currículum tradicional. A medida que pase el tiempo, este tipo de contenido se va a ir actualizando; algunas partes, como el pensamiento lógico seguirá vigente, mientras que otras irán perdiendo importancia, así como lo hizo antes la enseñanza del griego y el latín. 

Por otra parte, el contenido del futuro no es solamente digital y tecnológico, sino que, mientras incluye software, hardware, robótica o nanotecnología también trae consigo la ética, la política, la sociología y los idiomas que se enseñan desde siempre, porque no dejan de ser interesantes para los alumnos si se plantean en su propio lenguaje, asegura el autor. 

Incluso la generación Z valora las enseñanzas tradicionales, por ejemplo, según el estudio de Pearson 39% prefiere que la clase sea dirigida por un docente y 46% por de los entrevistados aseguró que los libros en papel siguen siendo un recurso valioso. 

La clave parece ser mantener los contenidos sustanciales pero adaptados al lenguaje de los residentes digitales. Acercar la clase a la realidad es una renovación de la práctica docente pero es algo que comienza a pisar fuerte en América Latina y el mundo. El uso de las nuevas plataformas digitales para sostener el  proceso educativo parece ser clave para mantener despierto el interés de la próxima generación

Claudia Brovetto, encargada de la Red Global de Aprendizaje en Uruguay, una iniciativa que se encarga de promover nuevas pedagogías pensadas para esta generación (ver video), explicó en diálogo con Postperiodistas que los viejos valores de la educación siguen presentes, pero hay nuevos desafíos. Para Brovetto “el mayor desafío es que el acceso y circulación de a la información es muy diferente para esta generación que para los adultos, que somos previos a la masificación de internet. Eso es una desafío clave para la educación, porque ya no puede ser más la fuente principal de información, como podía ser antes, cuando teníamos en el docente a un experto que había acumulado mucha información y la ofrecía a sus estudiantes”. 

Según la especialista,  “hoy el desafío es qué hacemos con esta realidad en la que la información está disponible en su máxima expresión, con diferentes modalidades y materiales, con una capacidad de presentarnos niveles diferentes, es decir, podemos acceder a la información con formatos más complejos o simples”. 

En este sentido, la educación debería seguir con sus buenas prácticas de cuidado y de poner al estudiante en un lugar central, pero, según Brovetto, hay que “reubicar el rol de lo educativo en otro lugar que no es el de transmisión de información”. La responsable de la Red Global de Aprendizaje en la región detalló que se puede hablar de un rol que fomente la “capacidad de análisis de la información, cómo se puede utilizar para alcanzar ciertos objetivos, fomentando la reflexión sobre lo ético”. 

En este sentido, aconsejó que una buena práctica es “partir de la base de que la información está disponible y lo que hay que forjar son las competencias transversales del siglo XXI, habilidades que demanda la realidad actual. Esas habilidades son las que nos permiten utilizar esta información con marcos de eficiencia que permiten a cualquier individuo progresar en su vida”. 

 

¿Cómo llegaron a aprender de esta forma?

Estos jóvenes que hoy tienen entre 10 y 20 años llegaron al mundo cuando las computadoras, los celulares y las tablets pasaban a ser productos del día a día. La tecnología digital los rodea continuamente, lo que lleva a que la interpreten como extensiones de su cuerpo, según Marshall McLuhan

Cualquier generación termina apropiándose de las tecnologías, se naturaliza, se hace invisible o se interioriza, dependiendo del autor que se desee seguir (Ong, Barbules y Cllister o McLuhan). En concreto, son muchos los académicos que estudian el vínculo que las personas tienen con la tecnología y todos llegan a la misma conclusión: los individuos se adaptan tanto a su uso y existencia que se pierde la conciencia de que se la está utilizando. En el caso de los centennials, crecer rodeados de computadoras con acceso a internet y teléfonos inteligentes hizo que los tengan incorporados y los sumen de forma natural a su proceso de aprendizaje.

McLuhan en 1994 ya advertía que “los medios son extensiones de las capacidades del hombre” que además de cumplir una función generan cambios en las conductas de las personas y en su relación con el entorno. De hecho, Carlos Scolari menciona que “las tecnologías de la comunicación generan ambientes que afectan a los sujetos que las utilizan” y de esta concepción surge una de las visiones de la ecología de los medios, en el entendido que implica el estudio de los ambientes, es decir su estructura, su contenido y el impacto sobre las personas. 

En Understanding Media, McLuhan afirma que los efectos de la tecnología “no se producen a nivel de las opiniones o conceptos, sino que alteran los ratios del sentido y los patrones de percepción de manera constante y sin ningún tipo de resistencia” y, según Scolari, en esta interpretación los medios crean un ambiente que rodea al sujeto y modela su percepción y cognición.

Residente digital
Alessandro Maradei – Gentiliza la diaria

La influencia de la tecnología en las personas también fue comprobada por la neurociencia. Gracias al concepto de neuroplasticidad se sabe que el cerebro se adapta a las funciones de los distintos aparatos. Según explica Nicholas Carr las tecnologías intelectuales son las que usamos para “ampliar o apoyar nuestra capacidad mental”, como internet. A su vez son las que “ejercen el poder más grande y duradero sobre qué y cómo pensamos. Cuando alcanzan un uso generalizado, a menudo fomentan nuevas formas de pensamiento”. El uso de las tecnologías intelectuales “formula y reformula los circuitos de la cabeza”.

En este sentido los docentes deben comprender que Google llegó para romper cualquier esquema preestablecido. El cerebro ya no debe retener en la memoria los conceptos, porque cada persona los tiene al alcance de su bolsillo en el celular. 

Según Carr “lo irónico del esfuerzo de Google por aumentar la eficiencia de la lectura es que empieza por socavar un tipo de eficiencia diferente que la tecnología impresa suponía para el hecho de leer”. Carr afirma que al escribir y leer en pantalla, “ya no estamos orientados hacia una comprensión profunda y personalmente construida de las connotaciones del texto. Por el contrario, nos dejamos arrastrar a toda prisa hacia otro fragmento más de información relacionada”, “la extracción aislada de contenido relevante substituye a la excavación lenta en busca de significado”.  

Para Carr ya desde la época de la imprenta de Gutenberg, que comienza a generalizar la “mentalidad literaria”, comienza el proceso de “volver obsoleta esta mentalidad”. Por eso, en este contexto actual, dominado por el big data y la inteligencia artificial, el rol de los docentes cobra una nueva relevancia, no solo deben enseñar a los centennials a tener una mirada crítica sobre toda la información a la que acceden en internet, sino también para evitar “volver obsoletos” los procesos que nos hacen humanos. 

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